Se mira al espejo. En el reflejo atisba la cama deshecha, llena de falsos amores diarios, que cambian y se transforman como si las estaciones del año se juntaran y se mezclaran en un revoltijo sin sentido. Percibe rostros que se pierden enredados en trozos de tela blanca: hombres maduros que sólo quieren sentir que alguien los siente; jovencitos que desean montar a una hembra en celo como perros arrechos; mujeres que buscan el calor de un sexo igual al suyo; en fin, historias que se disuelven en la memoria, cuando se acaba la ilusión marcada por billetes arrugados de vergüenza.

Entre esas vergüenzas emerge ella, como una venus chola que controla meticulosamente el reino de la efímera pasión. Es una vendedora de ilusiones que cada mañana, en el reflejo de un espejo rajado, se transforma en un hada madrina que al anochecer, envuelta en la oscuridad y en la luz engañosa de las lámparas y neones, repartirá hechizos entre ratoncitos y ratas que, por un momento, creerán ser príncipes o princesas, duques o duquesas, pero que al final, después de espasmos de placer, que ella maneja a su antojo, se volverán a transformar en lo que han sido y serán, hasta que vuelvan a comprar retazos de vidas encantadas.

La Juana se marcha, dice adiós por unas horas. Volverá a aparecer en sueños y despertares amargos, pero será sólo eso, una bruma irreal que duele pero que, al final, se irá alejando de la memoria hasta parecer sólo como un trocito del pellejo que queda libre al cortar una uña. Es posible que tal vez un día la Juana quiera quedarse, y juntas decidan marcharse lejos, a esos sitios que su mami contaba, donde hacía calor todo el día y hasta las muñecas podían crecer en los árboles. Mientras tanto ésto es lo que hay y por lo menos ella está viva y siente.

Una vez un chico precioso, del que se enamoró un poquito, le dijo algo maravilloso: “ te respeto, Yenifer, te respeto mucho” y eso la hizo sentir linda y pura, muy lejos del olor de la habitación donde día tras día, noche tras noche, entrega un poco de su vida. Y esas palabras, tan simples y dulces, la ayudan a pensar y creer que, algún día, ella podrá ser la dueña total de su propia alma. Y se ve como una amazona al frente de una barca de madera, en el río tumultuoso de la vida, dirigiendo su propio destino.